Muy buen artículo, Tocayo. No sabía el nombre de ese síndrome (de Stendahl), pero he experimentado esa sensación de maravillarme en frente de la belleza una gran obra de arte o una sinfonía. Precisamente en la sala de conciertos que citas (su fenomenal acústica es hipnotizante) y con la Filarmónica de LA, pero escuchando el sublime Concierto para Violín de Tchaikovsky. Sigamos maravillándonos de la belleza de las artes que le añaden tanto sentido a la vida. Un abrazo!
Muy buen artículo, Tocayo. No sabía el nombre de ese síndrome (de Stendahl), pero he experimentado esa sensación de maravillarme en frente de la belleza una gran obra de arte o una sinfonía. Precisamente en la sala de conciertos que citas (su fenomenal acústica es hipnotizante) y con la Filarmónica de LA, pero escuchando el sublime Concierto para Violín de Tchaikovsky. Sigamos maravillándonos de la belleza de las artes que le añaden tanto sentido a la vida. Un abrazo!
Qué padre, amigo, lo de la Filarmónica de LA. Parece ser es un sitio propicio para la síndrome.
Abrazos, gracias por tus comentarios